¿Por qué a ver al abogado se va sin dinero y al médico o al peluquero no?

Un compañero recién incorporado al despacho no tardó en descubrir que los clientes que solicitaban cita y acudían al despacho solían tener intención de irse sin abonar cantidad alguna por su consulta.

¿La consulta es gratis? – preguntó

La respuesta no es simple. Parece que por alguna razón, (probablemente el hecho de que haya en España más de 200.000 abogados), no existe conciencia social de pagar por el simple conocimiento, siguiendo la cultura de lo gratuito que impera en todo lo relacionado con propiedad intelectual.

La sociedad parece demandar música gratis, películas gratis y libros gratis. Así que parece demandar también la abogacía gratis (que por otro lado debe ser lo que piensan las Administraciones Públicas a la hora de pagar o, mejor dicho, no pagar, un trabajo realizado por los letrados del turno de oficio). En si, el trabajo intelectual no está valorado.

Debe de ser por eso por o que el médico en consulta tiene tendencia al contacto físico y a la exploración general del paciente, encargando pruebas para su posterior valoración. Me pregunto si será por ello la razón por la que nadie suele ir a consulta privada sin preguntar antes el precio de la misma, con predisposición mental a su pago.

En una curiosa anécdota recuerdo que en una ocasión sí preguntaron el precio, tras la consulta, y al parecer le debió parecer caro el precio que el letrado, especialista en la materia de la consulta, le indicó por ello. Sin alterarse, el abogado se levantó, se sentó en el confidente junto al consultante al tiempo que lo invitaba a sentarse en la silla que antes ocupaba, tras la mesa.

– Hagamos una cosa – Le dijo el letrado. – Yo le hago una pregunta semejante a la que usted a hecho y le garantizo que la respuesta está en los libros que tiene sobre su mesa. Si me da usted la respuesta correcta en un plazo de una hora le pago a usted el doble de los honorarios que a usted le parecen tan altos.

Perplejo, el cliente, enrojeció, acercó la mano a su cartera y procedió al abono de la factura de la consulta. Hasta ahora no ha cambiado de abogado y, eso sí, nunca más pensó que los servicios del letrado eran caros. Fue entonces cuando reconoció que el peluquero nunca iba sin dinero.

¿Tendremos que empezar a explorar a los clientes para poder cobrarles? Imaginen, imaginen…

 

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