Hace 8 ochos se aprobó una ley que ahora puede ayudarte a salir adelante y salir de la «zona de confort» de la insolvencia.
La incertidumbre económica que provoca el que la nómina no alcance a cubrir los pagos asumidos ha multiplicado las consultas por trastornos de ansiedad, depresión y estrés, asociados a la situación personal, familiar y social que desembocan en problemas económicos consecuentes a «malas rachas», malas decisiones económicas (avales, negocios que fracasan…) o a simples cambios en la estructura familiar (fallecimientos, divorcios…).
A punto de cumplirse 8 años desde que se aprobó la ley de Segunda Oportunidad, y tras entrevistarnos con cientos de familias, hemos observado como en su inmensa mayoría el candidato o la candidata a este proceso ha pasado por verdaderos problemas sicológicos asociados a la situación de insolvencia.
Como mecanismo de defensa, muchas personas apremiadas por embargos y acreedores, llamadas, correos amenzantes y desentendimiento de las entidades financieras, simplemente se acostumbraron a vivir «sin tener nada a su nombre», llegando a fin de mes con micropréstamos de difícil pago, conocedores de que en cualquier momento podrían ser embargados.
En muchas ocasiones esta situación provoca alteraciones afectivas, ansiedad, depresión, así como los trastornos adaptativos que llegan a requerir de prescripción de psicofármacos.
Las familias que acuden a nosotros para que estudiemos si son candidat@s a la aplicación de la Ley de Segunda Oportunidad, la mayoría de las veces llevan años en esta situación, y sólo cuando realmente se dan cuenta de que este modo de vida, como «muerto civil», les ha dañado el ánimo y la salud.
El simple gesto de «preguntar» por esta vía de sallida supone ya de hecho un síntoma de mejoría, si bien muchas veces observamos que existen periodos de recaída, que notamos cuando tras un primer contacto no atienden las llamadas concertadas, no asisten a las citas programadas, o ni siquiera son capaces de tener ánimo para recopilar la documentación necesaria (que es mucha) para poder plantear su expediente en el Juzgado.
En esas ocasiones para que la insolvencia se ha convertido en una «zona de confort», en la que «no hacer nada» parece realmente una solución, (y no la es), es necesario seguir adelante.
No hacer nada no es una solución porque si existe una salida, una oportunidad de recomenzar, no usarla no puede considerarse una siquiera una opción.
Wikypedia define «Zona de confort» como «un estado psicológico, que puede estar asociado a un lugar, a un pensamiento o a una acción, en el cual la persona opera en una condición de «ansiedad neutral» y sin sentido del riesgo utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento. En pocas palabras, consiste en realizar tareas, acciones y pensamientos con la misma rutina de siempre (White, 2009).1
Esta zona, a priori placentera y que el individuo cree haber conquistado, puede que le limite, creando dependencia a ciertos lugares o rutinas, y no le permita conocer otros escenarios productivos para la vida.«
Sin embargo esa sensación de «confort» es, en estos casos, siempre falsa, porque en realidad la ansiedad nunca desaparece.
Sin embargo el mero hecho de iniciar el camino a la salida de la insolvencia para la mayoría supone un inmediato alivio, aunque a veces se desconfíe pues en internet encontramos demasiada publicidad de pretendida «reparación» o «resolución» de la insolvencia, que esconde detrás refinanciaciones usurarias, o dirige a portales relacionados con presuntos «negociadores» que prometen importantes reducciones de deudas a cambio de una comisión.
Salir de la insolvencia, de su «zona de confort» y de la paralela depresión es posible pero no existen soluciones mágicas. La Ley de la segunda oportunidad ofrece un camino judicial, no exento de dificultades, pero resaltamos que es eso, una vía judicial. Sólo un juez puede «exonerar» (cancelra, perdonar…) deudas con terceros, y sólo existe esta vía.
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